08 mayo 2013

Volver a Camilo

Siempre me gustó esa sensación de nostalgia que produce el pasado, creo que en parte por eso me hice  Historiadora.

El cambio de siglo me sorprendió ingresando a la Universidad del Valle. Así inauguraba yo el siglo XXI. 

Nunca escuché nada al respecto de Camilo Torres, lo vi por primera vez en el rostro roji-negro gastado en algunas de las paredes de la universidad. A veces, lo veía resucitar cada 15 febrero -fecha de su aniversario- para luego desvanecerse en un largo silencio hasta el próximo 15 de febrero del año siguiente.

La verdad, nunca le presté mucha atención. Hasta que asistí a un re-lanzamiento de un libro-denuncia sobre la voracidad de una empresa papelera, El imperio de cartón: impacto de una multinacional papelera en Colombia (Planeta, 1998). En frente estaba Walter Broderick quien además de presentar su libro de portada verde, exhibía la Biografía de un cura que se había hecho guerrillero, Camilo, el cura guerrillero.

Como estudiante de universidad pública hacía honor a no tener más que lo justo para el café de la tarde. Me acerqué a curiosear el libro como otros más, me tildé en las fotografías, por fin podía ver su rostro nítido.

Me fui a casa con la  curiosidad sembrada y varios días después fui a la biblioteca de la universidad, saqué el libro y como si fuese un rito de iniciación tuve mi primer acercamiento con el cura rebelde. Estaba entrando a lo que se suponía había sido el mundo de Camilo. Eran trozos de Camilo hilvanados en un relato que daba como resultado una versión de su vida.

En esta biografía Camilo me era presentado desde el final de su vida, el relato de su muerte me pareció bastante astuto del escritor, tiró el anzuelo con lo que todo aquel que leyera la biografía no podría desprenderse del libro hasta llegar a la última página.

A cada página empezaba a comprender el por qué de las reivindicaciones lo que hizo que de ahora en adelante prestara más atención al pasar frente al insólito busto de un guerrillero con fusil dentro de los predios de la universidad, de una u otra manera algunas cosas empezaban a cobrar sentido en mi cabeza de niñita clasemediera con sensibilidades sociales pero sin formación política.

Camilo fue un descubrimiento, un descubrimiento fugaz mientras habité y vivencié la experiencia de la universidad, no ahondé más allá de esta biografía de Broderick, así como tampoco me interesó hacer parte de ningún colectivo o grupo militante ni de alusión camilista ni de ningún otro sector, la verdad sea dicha a algunos grupos los encontraba un poco duros, dogmáticos, inflexibles, otros los percibía como militancia de universidad y de exteriores, que muy posiblemente al egresar reconvertirían su vida a otra cosa -algo que luego descubriría había establecido Camilo décadas atrás con algunas apreciaciones al respecto sobre el inconformismo de los jóvenes universitarios- a  otros los veía tan enquistados en la universidad sin un afuera, con la utopía enjaulada en salones de clase o en  asambleas estudiantiles donde se debatía todo y a la vez nada, en un círculo vicioso de "coyunturitis" del cual no podían escapar.

Fue así como preferí aferrarme  -de manera escapista o cobarde quizás- a los libros, a las bibliotecas, a las iniciativas investigativas y académicas expresadas en una revista virtual de historia para estudiantes, en talleres sobre historia oral, algunos con niños de una escuela marginada y despreciada por esa macro-ciudad llamada Cali que ve en estas otras ciudades solo contenedores de migrantes pobres, indios y negros como despectivamente los llaman. Preferí poner mi energía en aquellas mujeres ancianas afro-migrantes cantaoras de arrullos y alabaos del pacífico colombiano, compartir y aprender, lo que me llevó a querer poner eso y otras cosas más por escrito, en la ilusión de compartirlas con otros, algunas escrituras en eventos de historia, en la esperanza de aportar a ese otro campo de batalla que es lo académico y poder así sumar a las luchas, a la memoria, a la historia de los pueblos.

Debieron correr muchas páginas de libros diversos ante mis ojos antes de volver a Camilo. La última vez que lo vi fue en una librería de usados en el centro de mi ciudad. Empolvado entre los libros de segunda mano resaltaba un CAMILO en mayúsculas. Era la biografía hecha por Broderick y que aquella tarde no había podido comprar. Esta vez tenía un poco más que el dinero para el café de la tarde. Lo compré, en la esperanza de  volver a leerlo, en la afirmación de otro lugar, desde la convicción de la vigencia y permanencia de sus ideas, volver a leerlo en la afirmación de otro momento de mi vida mucho más maduro y estable emocional, político y académicamente.

Ocho años después me encontraría mirando el azulado cielo a través de la ventana, con un café de tarde hecho en casa buscando mitigar el frío otoñal de la furiosa Buenos Aires.

Y estaba allí, con un CAMILO en mayúsculas, de páginas ligeramente amarillentas y el olor característico del libro envejecido... Sí, allí estaba yo, en otro momento de mi vida muy distinto al de mi vida  universitaria, sí, allí estaba yo, reencontrándome por fin con CAMILO.

Lorena López Guzmán

La niña permanece fuerte en la 'tormenta', A la hora de los retos, ella nunca se rinde de Hoang Hiep Nguyen, Vietnam, 2013

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